Cuando hablo con personas sobre el tema del orgasmo y las relaciones sexuales, la mayor parte de los pensamientos van en torno a que las relaciones sexuales tienen una serie de pasos marcados, que suelen acabar en un orgasmo (o varios).
Las preocupaciones pueden ser que llego muy pronto, muy tarde, que me cuesta si estoy con compañía, que sólo los tengo en una posición concreta o con una estimulación determinada… son problemas que antes o después han acompañado a una gran mayoría (aunque muchas veces no los compartamos).
Pero el orgasmo no tiene por qué ser LA meta, porque esto hace que muchas veces nos agobiemos y encima nos perdamos toooodo el maravilloso camino. El Peaking es una práctica dentro del slow-sex, en la que se reivindica retrasar la llegada al orgasmo al máximo, para poder disfrutar de todas las etapas anteriores. Su traducción del inglés es llegar a la cima o al pico, pero lo que se quiere transmitir aplicado a nuestra sexualidad es disfrutar y controlar esa subida, “surfear la cresta de la ola orgásmica” como dice Nathalie Giraud. Y… ¿cómo conseguirlo?
La primera clave es el autoconocimiento, hay que saber identificar bien nuestras propias sensaciones previas al orgasmo. Cuando las sientas un buen ejercicio para intentar bajar ese ritmo es realizar unas respiraciones profundas junto a la contracción del perineo.
La segunda es la atención, tanto a esas sensaciones previas como a todo nuestro cuerpo y sus cambios, sin centrarla solo en los genitales.
Seguimos con la paciencia, habilidad muy necesaria en sexualidad. Al estar acostumbrados a unos pasos claros en la llegada al orgasmo, es normal que las primeras veces sientas extrañeza y no salga “como esperabas”, pero date tiempo. Insiste, tu sensación de control aumentará como lo hará tu confianza.
Finalmente explora todo tu cuerpo, aprende y disfruta de nuevas zonas erógenas que descubras. Nunca deberíamos pensar que conocemos perfectamente nuestro cuerpo, esa actitud de búsqueda constante puede darte muchas sorpresas.